Un ataque pasivo, en el contexto de la seguridad informática, se refiere a acciones por parte de un atacante que se centran en la monitorización y recopilación de datos de una red sin alterar los recursos o el flujo de datos. A diferencia de los ataques activos, que buscan modificar, dañar o interrumpir directamente los sistemas o la información, los ataques pasivos son sigilosos y diseñados para ser indetectables. El objetivo principal de estos ataques es recoger información sensible, como contraseñas, datos financieros, comunicaciones privadas y otros datos críticos, que pueden ser utilizados para futuros ataques o para espionaje.
En un ataque pasivo, el atacante intercepta el tráfico de datos de la red sin modificar ningún paquete de datos. Esto se puede lograr mediante técnicas como el sniffing de red, donde se utilizan herramientas especiales para capturar y analizar los paquetes de datos que viajan a través de la red. Dado que no hay alteración en el tráfico o en los sistemas, estos ataques pueden ser extremadamente difíciles de detectar.
La protección contra ataques pasivos se centra en la prevención de la interceptación no autorizada de datos. Las medidas efectivas incluyen el uso de cifrado para comunicaciones y datos almacenados, lo que asegura que, incluso si los datos son interceptados, no puedan ser entendidos o utilizados por el atacante. La implementación de redes privadas virtuales (VPN) para el tráfico de red y la promoción de protocolos de seguridad fuertes son también prácticas recomendadas.
Aunque los ataques pasivos no alteran los datos ni los sistemas, su impacto puede ser significativo. La recopilación de información sensible puede llevar a la pérdida de privacidad, filtraciones de datos corporativos, compromiso de secretos comerciales y vulnerabilidades en la seguridad que podrían ser explotadas por ataques activos en el futuro. Además, la naturaleza indetectable de estos ataques puede permitir que los atacantes recopilen datos durante largos períodos sin ser descubiertos.