El principio de mínimo privilegio implica otorgar a los usuarios y programas solo los derechos y accesos estrictamente necesarios para realizar sus tareas, reduciendo así la superficie de ataque y limitando el potencial daño de una intrusión.
Asignando roles y permisos específicos basados en las necesidades operativas y revisando regularmente estas asignaciones para ajustarlas según sea necesario.
Minimiza el riesgo de daño por ataques internos y externos, limita la propagación de malware y reduce los errores de configuración.
Requiere una gestión detallada de permisos y puede ser percibido como una limitación por algunos usuarios acostumbrados a tener acceso irrestricto.